Con la muerte del general Manuel Antonio Noriega se cierra un capítulo de la sórdida y turbia historia de las relaciones político-militares entre Panamá y Estados Unidos de la época de la Guerra Fría.
El ex jefe de las Fuerzas de Defensa panameñas, por el cual el Pentágono invadió el país canalero el 20 de diciembre de 1989 con un saldo superior a 3.500 muertos, es uno de los ejemplos más notorios de la fabricación de leyendas negras en los sótanos del poder en Washington.
Asimismo, la invasión estadounidense a Panamá para capturarlo y la posterior entrega de Noriega por los representantes del papa Juan Pablo II −el nuncio Sebastián Laboa y el enviado especial monseñor Giacinto Berlocco− al jefe del Comando Sur, general Marc Cisneros, exhibieron los falsos afanes “democráticos” de la Organ...
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