El solitario comediante que enfrenta a una platea, la historia de una parejita que, de pronto, se prolonga en una pantalla de cine, y la ojeada actualizada a las primeras mujeres que se atrevieron a hacer teatro en Inglaterra ponen en evidencia distintos mundos que en ciertas circunstancias se complementan, y en otras, por cierto, hasta llegan a oponerse.
La carta (Sala Verdi), de los italianos Paolo Nani y Nullo Facchini, interpretada por el primero y dirigida por el segundo, es una propuesta a propósito de un texto del francés Raymond Queneau que Nani desarrolla con lenguaje gestual. La misiva en cuestión resulta la que el hombre intenta escribir y ensobrar al tiempo que se distrae con el público, se demora y hace frente a un puñado de obstáculos imprevistos. El artista visitante se vale...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate