Por comodidad, por necesidad, porque facilita la vida en diversos aspectos, porque es práctico, o por lo que sea, lo cierto es que cada vez se hace más difícil pensar la “modernidad” sin la presencia de los delivery. Son el factor motorizado del mercado de consumo. Son los que materializan la ilusión de que el mundo puede estar a tus pies –¡ya!– simplemente llamando por teléfono o invirtiendo algunos touchs en el smartphone y activando la app correcta que ponga sobre la mesa del líving la pizza que elegiste en la pantalla o el jean que compraste en Miami por catálogo. Son la pieza clave, la frontera donde termina la virtualidad del deseo y empieza el disfrute de lo comprado, y sin embargo son el eslabón más débil de la cadena. Porque son los que le ponen el cuerpo al riesgo diario de andar...
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