Emmanuel Macron no es Michel Temer. Tampoco Mauricio Macri, ni Sebastián Piñera, ni Vicente Fox. No es Guillermo Lasso, ni Gonzalo Sánchez de Lozada, ni Juan Carlos Varela, ni Ricardo Martinelli. Y menos que menos Horacio Cartes o Edgardo Novick. Refinado, charmeur, afecto a los tics que marcan el discreto encanto de la burguesía (francesa), egresado de los centros educativos de la elite (el liceo Henry IV, la Escuela Nacional de Administración), Macron le lleva varios cuerpos de distancia, en formación y espesor intelectual, a cualquiera de los integrantes de esa decena de presidentes americanos, actuales o pasados, o de aspirantes a serlo. Se jacta, por ejemplo, de haber estudiado filosofía. Y también de su “apertura” en temas de comportamiento, y de su conexión con el espíritu “libertar...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate