—Naciste y vivís en Brasil pero interpretás folclore tradicional rioplatense. ¿Qué explica esa decisión?
—Varias cosas, la primera es que mi padre y mis tíos fueron participantes activos en la fase moderna del movimiento tradicionalista brasileño, iniciada en los años cuarenta, a través de un centro tradicionalista que instalaron en el sótano de mi casa, llamado La Estancia de la Amistad.
—Caballos no cabían, ahí.
—(Ríe.) No, pero mucha música sí. Se dedicaban más a la música y a la cultura que a los desfiles a caballo. Y a pesar de que no duró mucho me permitió conocer a un tipo cuyo nombre nunca supe y que llamaban “O Castelhano”. O Castelhano cantaba todo el folclore argentino que en Uruguay también hacía furor, mi familia incorporó esos temas y yo crecí escuchándolos. Lo segundo es que...
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