Lo había alcanzado una epidemia asoladora. Como muchos otros, no encontraba su lugar en el mundo y creía que iba a pasarse la vida en trabajos aburridos. Se sentía infeliz y mediocre. Estaba deprimido.
A Nataniel Rodríguez lo salvó la música. “La música es amor/ es son y sol de todo un pueblo/ la música es valor/ calor y voz del cielo al suelo”, convence hoy a sus 27 años. El rapero es uno de los tantos artistas que hacen de la labor en el ómnibus su principal fuente de ingresos y una alternativa al patrón y al reloj. Apoyado por sonidos que escapan de su boca –beat box– y una pista salida de un parlante, pide palabras a los pasajeros y les devuelve rimas, esparciendo por el pasillo del coche un poco de cultura hiphopera.
Para él, el arte es una herramienta de transformación social, por es...
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