Para muchos pasó lo que tenía que pasar. Una madre golpeó a una maestra y a la directora de la escuela adonde van sus hijos, y el juez la mandó presa. “Lógico. Por fin la justicia actuó como debía”, dicen algunos. “Así van a aprender que a los maestros no se les pega”, sentencian otros. “Que esto siente un antecedente entre jueces y fiscales para que al menos por miedo vuelvan a respetar a los maestros”, celebran tantos más –incluso desde dentro de la comunidad educativa–, que reconocen en la acción judicial un freno bien puesto, una medida ejemplarizante, el fin de la tolerancia a los desbordes, la idea de que todo ha vuelto a su lugar. Es que buena parte de la sociedad sigue pensando que el castigo tras las rejas es la única forma de justicia. En este caso, como lo entendieron juez y fis...
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