Cuando John Ashbery publicó su poemario más célebre –ese que le valió los premios Pulitzer, de libro del año y de la crítica– tenía 48 años. Usaba camisas claras con finas líneas a cuadros, desabotonadas hasta la mitad del pecho y metidas a la fuerza en ajustados pantalones. Era 1975 y el autor de Autorretrato en espejo convexo portaba un poblado bigote. El mismo que llevaba cuando Gerard Malanga, uno de los aparceros de Andy Warhol, lo había fotografiado en Nueva York cuatro años antes.
Ahora que ha muerto en esa misma ciudad, este domingo 3, con 90 años, lampiño y casi calvo, no es acertado situarlo solamente en una genealogía literaria. Es real que se viene cumpliendo el vaticinio del más cascarrabias de los críticos, Harold Bloom, el académico que se arrogó, quizás con algo de razón, l...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate