Es imposible en este lado del mundo evadirse de la Navidad y el Año Nuevo. Estas celebraciones, que trascienden lo sagrado y lo profano, conforman dos de los rituales más significativos de la civilización occidental. Son fechas que rompen con el tiempo cotidiano y con las moralidades, en las que la afectividad cobra una importancia como en pocas circunstancias. Y cuando, a la vez, se desatan las ideas suicidas, se exacerba la violencia intrafamiliar y el culto al mercado.
Son las siete de la tarde de un viernes de diciembre aplastado por una ola de calor. Lo predijo la tevé sin desmotivar el trote de los transeúntes que marchan por 18 de Julio con la cara brillante, la camisa pegoteada al lomo y las manos ocupadas con bolsas y paquetes.
Desde la ventana del bar, los hombres en la calle par...
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