Hay figuras del espectáculo que se esfuerzan para que los reconozcan y les pidan autógrafos y después pretenden ser invisibles. Hacen todo para hacerse ver y cuando por fin lo consiguen, ponen vidrios polarizados, usan lentes oscuros y se escapan por la puerta de atrás para no ser vistos.
Parece que Luis Miguel iba a estar por un día en Buenos Aires. No es que vaya de compras porque está barato, viaja a filmar un comercial y lo insólito es que, por contrato, exigió que los empleados involucrados en la grabación no le hablen ni lo miren a los ojos.
No sé si es miedo a que lo hipnoticen o porque tiene el complejo de Medusa, que lo hace pensar que va a dejar petrificado a quien lo mire fijamente. O capaz que se creyó que es nomás el “sol de México” y que, si lo miran a los ojos, puede causar...
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