“La desigualdad de ingresos conduce a la baja autoestima, el estrés crónico y la depresión relacionada con la ansiedad de estatus. Esto lleva a una menor esperanza de vida.”(Karen Rowlingson, investigadora de la Universidad de Birmingham, 2011.)Un político, o acaso un tertuliano de los medios de comunicación, resumió toda una forma de pensar hace poco: “me preocupa la pobreza, no la desigualdad, porque no soy envidioso”. Si las investigaciones al respecto están en lo cierto, habría mejores razones que la envidia para preocuparse por la desigualdad. Y no sólo de tipo moral, filosófico, económico o político. Hace mal a la salud.
Al menos eso concluyen varios epidemiólogos que han comparado a los países del mundo en cuanto a sus resultados en materia de salud y bienestar social, incluyen...
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