Fue, a su modo y en lo suyo, un creador. Tony Scott le impuso a sus películas de aventuras y policiales, antes de que los demás directores y productores de Hollywood pusieran esos recursos de moda, una serie de juegos temporales y espaciales de variada índole, planos secuencia trabajosamente compuestos con o sin el soporte de la grúa que sostiene una cámara destinada a filmar a través de vidrios esmerilados, el humo que difumina la visual con un propósito dramático, el montaje que enlentece o acelera la acción para comprimir o dilatar la impresión del espectador, la actitud un poco sobradora y otro poco cáustica de su héroe o personaje principal. Todo lo cual sin desprecio de la lógica interna de unas películas en las que la claridad a propósito de quién está peleando contra quién podía c...
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