Hay algunos artistas que dedican toda su vida, callados como los monjes en el templo, al misterio de desentrañar el orden de los sonidos y los silencios. Persiguen con esfuerzo y constancia cosas intangibles; buscan, día tras día, generar algo que conmueva a los demás. Gustavo Pena, el Príncipe, era uno de estos seres humanos. Dedicó toda su vida a componer, y resulta reconfortante ver que las generaciones nuevas lo tienen como referente. En los últimos tiempos, un montón de artistas de ondas y estilos muy diferentes han grabado y tocado sus temas: a ambos lados del Río de la Plata, su música avanza con pasos luminosos. Eli-u Pena, su hija, cuenta a Brecha que hace poco le llegó un video de una escuela en Argentina en el que los niños cantaban “Polenta”, y trasmite lo emocionante que le re...
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