Corre 1986, la Perestroika comienza a soplar sobre las enormes tierras soviéticas y en Moscú hay indisimulables síntomas de cambios en hábitos y costumbres, aunque las autoridades hagan de cuenta que nada sucede y extiendan todo lo que pueden su control sobre aquellos a su cargo. También así se comportan los que regentean la escuela de ballet a la que acude este estilizado adolescente (Vladimir Kapustin), que vive con una madre más bien parrandera y querendona, no conoce a su padre, se refugia en casa de unos abuelos excéntricos y memoriosos, y con la guía y compañía de otro chico mayor que él se dedica a las pequeñas transas ilegales –tan comunes, en esos tiempos, frente a un mercado cerrado y controlado–, tales como venta de objetos de uso restringido, o pantalones vaqueros y cigarrillos...
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