Películas que se refieren a actores, a directores, a acontecimientos cinematográficos, a otras películas o a rodajes, surgen con frecuencia. No es tan común, en cambio, una como “Mi semana con Marilyn”,* que dé cuenta de todo al mismo tiempo. Eso la convierte, desde ya, en un objeto cinéfilo inusual, sin desmedro de su carácter popular y de su eventual calidad.
Todo comenzó con una conferencia de prensa el 9 de febrero de 1956 en el hotel Plaza de Nueva York. Allí Marilyn Monroe, la sex symbol por excelencia del cine estadounidense, y Laurence Olivier, el más encumbrado representante actoral del “british touch”, anunciaron que unirían fuerzas y talentos en una película independiente con un título provisorio, y que sería producida por la actriz con su flamante compañía, Marilyn ...
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