Así como se ha consolidado la “world music”, está surgiendo el “world cinema”. No se trata de una escuela ideológica o de un parti pris teórico, sino de una praxis encabezada por una serie de películas producidas desde varios centros y no desde uno, como era habitual. El concepto que subyace en el sector más internacional de la obra del mexicano Alejandro González Iñárritu (21 gramos, Babel), por ejemplo, es el de que en cada protagonista pesa menos su lugar de nacimiento o de residencia, su raza, su etnia, su religión, sus gustos, su trabajo, sus preferencias sexuales o su moral que las pulsaciones de una globalización que tanto unifica hábitos como brinda oportunidades; estará en cada quien tomarlas, o no. A partir de la eficaz combinación entre denuncia política y estética chic de El j...
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