Se llama Mario Sandoval, tiene 66 años, es policía
retirado, y cuando era un aplicado funcionario de la dictadura argentina lo
llamaban Churrasco, por el encomio y la eficacia con que sometía a la picana
sobre somieres metálicos a los detenidos en los campos de concentración de su
país. En 1985, poco después de la caída de la dictadura, se “exilió” en
Francia, donde vivía en un suburbio chic de París, en Nogent sur Marne. Es
sospechoso de haber participado en 500 casos de desapariciones, torturas y
asesinatos, pero la justicia argentina reclamó a Francia su extradición sólo
por uno de ellos, el secuestro y desaparición de Hernán Abriata, un estudiante
de arquitectura que fue visto por diez sobrevivientes del campo que funcionaba
en la Escuela de Mecánica de la Armada. Porque Churrasco no s...
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