No se trata de que en ocho años no haya pasado nada. Porque más allá de aciertos o desaciertos en esa cosa tan manida llamada gestión, el Frente Amplio tuvo algunos nortes bien delineados. Como devolverle la dignidad y la autoestima a cientos de miles de personas lanzadas a los márgenes luego del cimbronazo de 2002.
Como abonar ese territorio tan yermo durante los noventa, en el que cualquier alusión a un consejo de salarios estaba prohibida y en el que la desregulación laboral era asumida como una marca inmanente del sistema. Como horadar las murallas de los cuarteles. O intentar un primer vuelco para que los impuestos estuviesen más asociados a la renta que al consumo. Y más acá, procurar –aun con viento en contra– un aporte de los grandes propietarios de la tierra. La cuestión es ...
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