Algunos han puesto el grito en el cielo. Ese cielo del mismo color que –¡oh casualidades de la vida!– es el de la camiseta de la selección nacional y el que, sin relación con lo anterior, el autor del “Greeting Man” –Young-ho Yoo– eligió para su escultura, para simbolizar a la humanidad entera sin referirla a ningún color de piel en particular.
A mí me parece una coincidencia hermosa: que la camiseta celeste pinte con su color un gesto que se pretende de hermandad universal, me hace sentir uruguayo de la forma en que más me gusta sentirme. Como parte del “mundo mundial” –dirían los hoy golpeados amigos españoles– abierto a todas las culturas, curioso frente a todos los inventos y pensamientos, heredero y protagonista de todos los avances, las alegrías y también los dolores de esta ave...
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