Es la sensación del equilibrio. El momento cumbre en que la cadera encuentra acomodo, respondiendo a un llamado natural, inconsciente y necesario como respirar. Algo ya se sospechaba entonces. Se había leído en el entusiasmo de la cara del abuelo, que volvía a tener 15 años cuando recordaba su Alcion italiana, con la que volaba sobre los caminos de tierra de Cerro Largo rumbo a la frontera. Los bolsillos llenos de chocolate brasileño y barato eran el premio que aliviaba la vuelta a la vida de trabajo en los naranjales.
El idilio empezó casi sin que una se percatase. Unas vueltas a la manzana ante la atenta mirada de una madre preocupada porque la rodado 16 rosadita probara la calle. “Cuidá que no vengan autos. Mirá antes de cruzar.” Para el momento en que se descubre la bajada de adoquine...
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