“Nací en la cárcel de Cabildo porque mi madre estaba procesada; todavía está. A los 2 años me tuve que ir porque me dieron a una familia. Pero en vez de quedarme ahí me llevaron a una casa, y después a otra familia y a otra. Mientras pasaba por esos lugares me judiaban; la cicatriz que tengo en la cara me la hicieron con un clavo, tengo quemaduras de cigarro y me sacaron los dientes de adelante con un alambre caliente. Al cumplir los 3 años me adoptó una familia y estuve con ellos hasta los 16. La vida a lo primero estuvo bien. Llegué al liceo y me iba re bien, pero esa familia me pedía que abandonara, que iba a repetir el año. Cuando pasé a segundo empezaron más complicaciones: no me dejaban salir de la casa, me rompían la boletera, me escondían la mochila, siempre me amenazaban con el l...
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