Todos y todas quienes entendemos la diferencia entre un doble cinco y un diez sabemos que el fútbol uruguayo hace un cuarto de siglo que dejó de ser competitivo a nivel de clubes. Dejando de lado la increíble campaña de Peñarol en la Libertadores de 2011 (atribuible en buena medida a ese singular “don” de Diego Aguirrel) o de Nacional en la de 2009 (atribuible en buena medida a la gripe h1n1), los equipos orientales se han acostumbrado a caer eliminados ante rivales no siempre tan poderosos como se podría inferir. Lo que sigue es un intento por acercarnos a la génesis de este proceso, que hace que hoy ganar una copa nos parezca casi tan imposible como llegar a las semifinales de un Mundial en la era pre Sudáfrica.
Me resisto a creer que equipos como el Real Garcilaso o la Liga de Loja...
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