Asisto al parto de un movimiento político. Nace en un antiguo caserón del barrio de Concha y Toro. Una de las áreas más tradicionales de otrora, en el viejo y “terremoteado” centro de Santiago. La casona ha sido sobriamente restaurada. Los techos artesonados, los vitrales, las chimeneas, nos recuerdan discretamente el pasado, en la moderna presentación de este movimiento deseoso de influir en el futuro de Chile. El acto se desarrolla en la azotea del caserón. Los discursos se repiten en la pantalla gigante que duplica a los oradores. En la calle hay tres o cuatro móviles de canales de televisión grabando para los telediarios. Sus antenas telescópicas desplegadas alcanzan la altura de esta azotea. A lo lejos, contra el difuminado murallón de la cordillera, se recorta la torre de Entel, eri...
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