Fue en una tarde del año 1994 que recibí la llamada telefónica de Daniel Viglietti. Lo había conocido fugazmente tres años antes en medio de una entrevista que me hacía como militante estudiantil la querida periodista Graciela Salsamendi para su programa Testimonios. En el teléfono Daniel me contaba que era factible que su programa radial Tímpano volviera a salir al aire en Uruguay y que había pensado en mí porque necesitaba a una persona que colaborara con él. Me volvería a llamar si se concretaba.
No fue hasta mayo de 1996 que entré por primera vez a su apartamento de la calle Andes, y creo que sentí algo parecido a lo que vivió Daniel de niño en su casa de Sayago. En aquella casa había vivido la poeta Delmira Agustini y había un cuarto con sus objetos personales. Aquel sitio era mágico ...
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