El caso de los sesenta parece caerse de maduro: cómo no ocuparse de esa década colmada de hechos cruciales para el siglo XX. Hasta podría explicarse la preocupación por los ochenta, en los que tanto en el ámbito mundial como en el local sucedió esto, aquello y lo de más allá. Pero ¿los noventa? Alguna vez sembré la hipótesis de que uno se siente hijo del tiempo en que cumplió los 15. Esta ley absurda, sin embargo, la veo actuando por segunda vez en poco tiempo. Ya acusé en su momento al escritor Leandro Delgado (1967) de haberse ocupado de los ochenta (“Cultura y comunicación en los ochenta”, en Cuadernos de historia, número 13, Biblioteca Nacional, 2014) por razón tan poco académica; ahora no preciso hacerlo porque es el propio periodista Diego Zás (1978) quien se define como producto de ...
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