Alternativas ante la crisis - Semanario Brecha
Derechos humanos, ambiente y modelos productivos

Alternativas ante la crisis

En momentos en que Uruguay, la región y el mundo enfrentan problemas de acceso al agua, al alimento y a un ambiente sano, consideramos importante poner en agenda una discusión sobre cuáles son las causas y las posibles acciones para responder a estas problemáticas. ¿Qué medidas urgentes podemos adoptar para asegurar la protección del derecho a un ambiente sano y los derechos humanos conexos, como la salud humana y la del ambiente, la alimentación y el acceso al agua? ¿Qué alternativas existen para responder a esta situación?

SISTEMA AGROALIMENTARIO: LA VIDA DEL SUELO, EL AGUA Y LA FORMA DE PRODUCCIÓN

El modelo productivo dominante se basa en el monocultivo y la cría de animales a gran escala, para lo cual sobreexplota los bienes naturales y es dependiente de insumos químicos y combustibles. La naturaleza es concebida como fuente de recursos para satisfacer necesidades materiales y al mismo tiempo opera como un depósito de residuos de esas actividades productivas. Estos «beneficios» y «costos» son distribuidos de forma desigual en la población. A su vez, este modelo incrementa la producción de gases de efecto invernadero, lo que intensifica el cambio climático, contamina los ecosistemas, altera la disponibilidad y la calidad del agua, y degrada la calidad de los suelos, por lo tanto pone en riesgo la sostenibilidad de las diversas formas de vida. Si bien las lógicas del presente sistema no son nuevas, se han intensificado al final del siglo XX y principios del XXI a partir de la expansión de proyectos productivos de gran porte.1

En este contexto, la actual crisis hídrica es una de las consecuencias del modelo agroindustrial dominante. Santos, González y Sanguinetti2 muestran que en Uruguay la agroindustria y la forestación son los sectores productivos que consumen más agua. La huella hídrica de la soja y la celulosa han aumentado, mientras que la producción de agua para consumo humano se ha mantenido. Hoy en Uruguay es el agua para consumo humano la que está siendo afectada, mientras el sector productivo recibe medidas de apoyo por la sequía. Además se da lugar a la posibilidad de ingresar capital privado a la gestión del agua, lo que contraviene la Constitución.

Esta tensión ha originado la vulneración de múltiples derechos, anteponiendo los intereses económicos a los del sostenimiento de la vida. Asimismo, ha cambiado los usos del suelo, que se ven degradados en cuanto a su biodiversidad y su calidad por el exceso de nutrientes y la contaminación.3 La salud del suelo afecta también la calidad del agua de todo el ciclo hidrológico y en consecuencia la salud de todo el ecosistema. La vida depende de la salud ecosistémica, incluyendo, además del agua, el suelo y el aire.

Es clave identificar que este modelo constituye una amenaza a los derechos fundamentales: a la vida, al agua, a un ambiente sano, a la salud y a la alimentación; no resuelve el hambre, por el contrario, concentra la riqueza desplazando a pequeños productores y poniendo en riesgo el disfrute de derechos humanos.

ALTERNATIVAS Y POSIBILIDADES LOCALES: SOBERANÍA ALIMENTARIA Y AGROECOLOGÍA

¿Es posible plantear un cambio de paradigma? De acuerdo a OXFAM,4 el hambre a nivel global ha crecido por quinto año consecutivo. Todavía hoy, los alimentos en la mayor parte del mundo son producidos mayoritariamente por pequeños productores.5 Por otro lado, a diferencia de la producción convencional, la orgánica o agroecológica utiliza menos agua, no depende de insumos derivados del petróleo y genera más trabajo. Es claro que es necesario reorientar el modelo productivo hacia sistemas agroalimentarios sostenibles, que contribuyan a hacer frente al cambio climático, reduzcan la pobreza y la desigualdad estructural. Lograr una forma de producción ambiental y socialmente justa basada en la igualdad, la solidaridad y la justicia, así como en el respeto de las comunidades locales a elegir sus formas de producir alimentos y usar el territorio teniendo en cuenta sus conocimientos y saberes tradicionales son objetivos de movimientos sociales y también de científicos/as que buscan diseñar una agroecología emancipatoria.6

El concepto de soberanía alimentaria, propuesto por la Vía Campesina,7 cuestiona el hecho de considerar el alimento como una mercancía, así como la concentración de poder de las corporaciones agroindustriales a nivel global, para lo cual demanda un rol activo del Estado, que dialogue con la sociedad organizada y entre ambos definir políticas agrarias y alimentarias que respondan a necesidades locales. La idea es colocar el alimento en el centro del sistema agroalimentario, que sea saludable, culturalmente aceptado, y que se respete su fuerte rol socializador con la finalidad de preservar la vida, la producción familiar y proteger la salud y el ambiente. La soberanía alimentaria se propone como la vía para erradicar el hambre y la malnutrición, garantizando la seguridad alimentaria de forma sustentable y duradera. Considera como pilares fundamentales la autonomía en cuanto al uso de los territorios, respetando la diversidad de conocimientos de la agricultura familiar y campesina a pequeña escala, que desarrollan sistemas de producción, distribución y consumo sustentables.

La soberanía alimentaria plantea a la agroecología como estrategia fundamental y necesaria. La agroecología surge (de manera científica) a partir de la crisis ecológica que se dio en los años setenta. Esta corriente recoge las prácticas y los conocimientos de campesinos, que venían siendo transmitidos de una forma fundamentalmente oral a través del tiempo, y se nutre también de la contribución teórica y metodológica de diversas disciplinas a partir de los avances científicos. El término «se ha ido ampliando para aludir a una concepción de la actividad agraria más imbricada en el ambiente, más equilibrada socialmente, más preocupada en definitiva por la perdurabilidad o la sostenibilidad a largo plazo».8 El pensamiento ecologista y la ética ambiental le han proporcionado fundamentos filosóficos. Posicionarse desde este paradigma implica además pensar al ser humano integrado a un sistema complejo y diverso que busca preservar el ambiente y reconoce nuestra interdependencia. Por lo tanto obliga a poner en el centro el sostenimiento de la vida por sobre la acumulación y a reconocer que estos conflictos implican diferentes valores.

En este sentido se hace necesario preguntar qué rol estamos tomando como parte del sistema: ¿somos conscientes de la responsabilidad que tenemos cada vez que elegimos lo que comemos?, ¿sabemos quién produce nuestros alimentos?, ¿cuántos quilómetros recorre el alimento antes de llegar a nuestra mesa?, ¿cuáles son los procesos que sufren los alimentos?, ¿de qué forma se producen?, ¿cuáles son las condiciones de vida y de trabajo de quienes lo producen?, ¿qué tipo de alimentos estamos consumiendo?, ¿qué nutrientes tienen esos alimentos?, ¿qué productos químicos tienen esos alimentos?

Esta reflexión colectiva permite pensar alternativas y retomar la lucha contra desigualdades en defensa de lo común. Desde el Grupo de Trabajo de Ambiente y Derechos Humanos de la Cátedra Unesco de Derechos Humanos de la Universidad de la República (Udelar), nos planteamos el objetivo de expandir la discusión pública y académica sobre derechos humanos incluyendo una perspectiva ambiental, así como visibilizar el trabajo de diferentes grupos de investigación y extensión en la Udelar en torno a problemáticas socioambientales en clave de derecho. Actualmente estamos desarrollando un cine foro en distintos departamentos del país sobre salud, ambiente y modelos productivos denominado «Caminos posibles para un futuro vivible: suelo, vida digna y ambiente». Nos preguntamos cuáles son las causas y las posibles acciones para responder a estas problemáticas. El próximo cine foro se llevará adelante el miércoles 7 de junio a las 13 horas en la Facultad de Agronomía.

1. I. Gazzano, M. Achkar, E. Apezteguía, J. Ariza, A. Gómez Perazzoli y J. Pivel (2021), «Ambiente y crisis en Uruguay. La agroecología como construcción contrahegemónica», Revista de Ciencias Sociales, vol. 34, n.º 48, págs. 13-40.

2. C. Santos, M. N. González y M. Sanguinetti (2021), «El agua como subsidio ambiental al agronegocio en Uruguay», en A. Azamar, J. C. Silva y F. Zuberman (coords.), Economía ecológica latinoamericana, Clacso-Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, págs. 314-342.

3. A. Foucher, M. Tassano, P. Chaboche, G. Chalar, M. Cabrera, J. González, P. Cabral, A. Simon, M. Agelou, R. Ramon, T. Tiecher y O. Evrard (2023), «Inexorable land degradation due to agriculture expansion in South American Pampa», Nature Sustainability.

4. OXFAM (2023), Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias.

5. Grupo ETC (2017), ¿Quién nos alimentará? La red campesina alimentaria o la cadena agroindustrial.

6. O. Giraldo y P. M. Rosset (2022), «Emancipatory agroecologies: social and political principles», The Journal of Peasant Studies.

7. La Vía Campesina, fundada en 1993, es un movimiento internacional que reúne a millones de campesino/as de todo el mundo.

8. G. Guzmán, M. González, E. Sevilla (2000), Introducción a la agroecología como desarrollo rural sostenible. Bases teóricas de la Agroecología, Ediciones Mundi-Prensa, Madrid.

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