Los oficiales del “proceso” no les mienten a sus superiores, como sí lo hacen a los jueces, a los ministros y a los presidentes de la República. Esta conclusión surge de los expedientes militares sobre tribunales de honor que actuaron en casos puntuales, durante la dictadura, precisamente para preservar el honor de la institución. Los episodios son –en comparación con los delitos de lesa humanidad, sobre los que no hay aún fallos “de honor”– relativamente menores, si no fuera por dos aspectos excepcionales: uno, los personajes involucrados; y dos, la facilidad, la prontitud y la espontaneidad con que esos personajes brindan, durante los interrogatorios, informaciones y detalles que magistrados, organismos de derechos humanos y periodistas buscan afanosamente durante décadas.
“Este gorro lo...
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