A pedido del primer ministro Boris Johnson, la reina Isabel II anunció a fines de agosto la suspensión temporal del parlamento británico. Sin el contralor de otros poderes, el mandatario intenta acelerar el rumbo a un Brexit sin acuerdo con la Unión Europea, aunque eso lleve al paroxismo las fracturas internas de Reino Unido. El atolladero político que terminó en los últimos meses con el mandato de Theresa May enfrenta ahora a Johnson con una salida incierta: la prevaricación, la renuncia o incluso la cárcel.
Hace tres años, cuando Boris Johnson, por
entonces alcalde de Londres, se colocó a la cabeza de la campaña por el Brexit
–la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE)–, uno de sus principales
argumentos de campaña fue que las instituciones regionales le pasaban por
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