El último ocupante del ex Hotel Casino
A través de un par de chapas que cubren la puerta desvencijada pueden verse los elementos de la obra. A la música de la radio sólo la tapan las voces de los obreros que cantan o el grito de “sube” que avisa cuando el balde con mezcla está listo para que la polea lo deposite en la segunda planta. El balde se apoya a unos metros de la única habitación que permanece cerrada. “Julio, tiene gente”, le avisa amable el más joven de los laburantes golpeándole la puerta. Asoma la cabeza entrecana de un veterano petiso que pide por favor unos minutos para aprontarse. Por la rendija escapa la Maluca olfateando el piso. Minutos más tarde emerge prolijo, zapatos marrones, pantalón azul, camisa a rayitas celestes, boina y lentes de sol. Los tres nos vamos a convers...
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