De adentro
DURANDARTE, DURANDARTE. Quienes alguna vez compartieron, a inicios de los noventa, los fríos salones azulejados en la ex morgue del hospital Pedro Visca, donde las luces parpadeaban misteriosamente en medio del curso de semiótica con Lisa Block de Behar, o quienes apenas recuperada la democracia entraban clandestinos e inmatriculados a las clases de la misma materia con Jorge Medina Vidal, pero en ese caso en la calle Tristán Narvaja, recuerdan vagamente la existencia de un tal Gérard Genette.
Cuando Genette tomaba un libro no sólo reparaba en el texto literario sino en esa serie de “señales accesorias”, tales como prólogos, subtítulos, ilustraciones, fajas, y un variado etcétera que el teórico francés –en un derroche de imaginación– llamó paratextos.
En Durandarte, Durandarte, ...
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