DE ADENTRO
PALLARES Y BARBOZA. En cualquier ejercicio de la memoria hay algo proustiano, ya que fue Marcel Proust quien matrizó para siempre, en aquellos que lo han leído, el modo en que creemos que recordamos. Por lo tanto decir que hay algo proustiano en la manera que Ricardo Pallares acomete sus Memorias e invenciones –bellamente editado por Antítesis– es apenas comenzar a aproximarse a su meollo. Es cierto que casi es posible sentir el aroma del té de la casa de Ethel, esa aparición en un jardín del Cerro, cuando el niño trepa el muro porque se les ha ido la pelota al otro lado y queda detenido por la visión “de sus trenzas y sus ojos luminosos”; maravilla rota por la voz de las tías –también aquí hay una tía, aunque no se llame Léonie– que rompen el encantamiento cuando avisan que las...
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