uba se mueve, como puede observar cualquier visitante que haya viajado a la isla en otros períodos. Ese viajero puede hoy hospedarse en una casa particular; impresionarse con el mercado de artesanía situado en una antigua terminal de tren en La Habana; almorzar en un paladar que tiene ya más de unas pocas sillas y mesas; escuchar, en sus paseos por La Habana Vieja, a miles de turistas con acento estadounidense –muchos de ellos de origen cubano–; leer carteles que anuncian la venta de viviendas o de autos, y coincidir en su vuelo con cubanos que viajan sin mayores restricciones. Son cambios nada menores, impensables hace pocos años, aunque todavía insuficientes para garantizar una prosperidad económica que preserve los logros de la revolución.
Cuba admite otras preguntas al iniciarse el nue...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate