No está en un libro ni en el libreto de una película sentimental. Pasó. Hace más de 60 años, cuando se avecinaba 1950 y nadie sabía que Uruguay sería campeón en Maracaná.
La tía abuela M estaba postrada en su cama, muy enferma de enfermedad que arruina los miembros y la memoria. Confundía a su hija mayor con una prima hermana muerta hacía años, y a la enfermera que le daba inyecciones con una monja que había sido maestra suya en primaria. Pero mantenía, férrea, una preocupación constante sobre su edad. Ese 1950 la tía abuela M cumpliría 75 años, y estaba desconsolada con lo que esa cifra significaba: vejez ilevantable y total. Pese a todas sus confusiones, sabía que había nacido en 1875 –el padre se lo había recordado toda la vida, hablándole de paso de un cierto coronel Latorre que serí...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate