Las razones sobran para entender por qué géneros teatrales como los musicales pueden disfrutarse cada vez menos. Las menos sólidas podrían apoyarse en el imaginario artístico y social que las considera obras pertenecientes al género menor, asociadas, sobre todo en las últimas décadas, a la superficialidad en la que el despliegue de cuerpos quirúrgicamente modelados y plumas multicolores parecería haberlas encasillado. Pero basta salirse un poco del uso mediático de estos shows, donde la imagen impacta de tal manera que puede disimular la pobreza artística, y de la otra veta que tiene la opción de espectáculo comercial, para darse cuenta de que un espectáculo comercial no implica necesariamente superficialidad y liviandad en el tratamiento de los temas.
Los ejemplos abundan. Sweet Charity, ...
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