“El estudiante”, ópera prima de Santiago Mitre (Buenos Aires, 1980), que ayer estrenó Cinemateca Uruguaya, llega precedida de grandes e inquietos elogios –fue premio especial del jurado en el Bafici, premio especial también en Locarno y obtuvo el de mejor película en Gijón– y de no menos desasosegadas detracciones críticas. De factura irreprochable, la polémica se explica sobre todo en los resortes ideológicos que el filme traduce al mentar lo político y la política (la micro y la macro, la universitaria y la extrauniversitaria). En cualquier caso, se trata de una versión tan inequívocamente argentina, proponen algunos, que hasta da gusto, que hasta da miedo. Otros leen un exorcismo generacional, la expresión del fin de un tiempo, la traducción de un gran punto de quiebre en lo que a sensi...
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