En 1999 Pablo Carrasco y Gustavo Basso (fallecido el año pasado en circunstancias que algunos consideran sospechosas) fundaron Conexión Ganadera, una empresa que canalizaba principalmente ahorros de personas de la ciudad sin mayores conocimientos del mundo rural ni manejo de los negocios agropecuarios hacia actividades económicas en el ámbito específico de la ganadería, sobre todo la cría y el engorde de animales. Esa empresa –y otras menores que surgieron al calor del modelo de negocio que Carrasco y Basso desarrollaron– fue enormemente exitosa durante 25 años, o eso pareció al menos hasta ahora, que voló por los aires.
Los expertos que se han pronunciado después de la debacle coinciden en afirmar que para todos los que conocían de negocios agropecuarios era absolutamente obvio que en esos fideicomisos había gato encerrado, porque pagaban rentas fijas derivadas de una actividad económica sujeta a grandes fluctuaciones (en general azarosas) a tasas demasiado altas como para ser el resultado de negocios legítimos. Los asesores en finanzas que se han expedido en estos días juran también, brazo en alto, que jamás en la vida recomendaron a ningún cliente suyo invertir en ningún bono ganadero. Se trataba de una actividad no regulada por el Banco Central, explican, sin encajes bancarios o fondos de reserva, sin controles sobre el origen de los fondos depositados, sin controles sobre las cuentas a nombre de la empresa y, en general, sin mayor garantía que la confianza entre las partes. Pero si de algo gozaron Carrasco y Basso durante estos 25 años fue, precisamente, de una enorme confianza. Proliferan, y están al alcance de un clic en internet, los elogios más variados que acumularon a lo largo de un cuarto de siglo por sus actividades empresariales, y por Conexión Ganadera en particular. Se trataba de una empresa extraordinariamente respetada, como lo eran sus dueños.
Hasta hace una semana. Porque el jueves 23 de enero (el día en que Carrasco suspendió intempestivamente una reunión virtual con los inversionistas de la empresa) ocurrió un fenómeno asombroso: el pasado cambió de pronto y ahora no solo ya nadie respetaba a Carrasco ni a Basso, sino que nadie los había respetado nunca. Antes de que el pasado cambiara de forma abrupta, los dueños de Conexión Ganadera se contaban entre los empresarios más galardonados del país. Eran verdaderos modelos, arquetipos. Instituciones públicas y privadas los presentaban como ejemplos a imitar. Ese preciso día, ese fatídico jueves 23 de enero, se convirtieron en vulgares estafadores. Y esto es lo más sorprendente:
¡ahora todo el mundo siempre había sabido que lo eran!
Bromas aparte, ¿era obvio o no era obvio que Conexión Ganadera y otros fideicomisos similares eran un tongo a cielo abierto? Y si era obvio, ¿por qué todos o casi todos los que lo sabían actuaban (al menos en público) como si no lo supieran? ¿Por qué de pronto todos los expertos tenían claras las patologías del muerto, con ligeras diferencias unos de otros, pero hace escasos dos meses, incluso dos semanas, cuando el muerto respiraba y caminaba y aparentaba estar saludable, robusto y rozagante, no avisaban que tenía un cáncer terminal que ya todos conocían?
Como no tengo inversiones de ningún tipo, ni ganaderas ni de ningún otro, ni conozco ese mundo, ni lo quiero conocer, me puedo permitir, supongo, ciertas especulaciones, digamos, irresponsables. Se me ocurre la siguiente: que todos los que medianamente entendían del tema sabían que en esos fideicomisos había alguna joda, aunque no necesariamente supieran cuál era la joda que había. Supongo yo, siempre en el terreno de la especulación más irresponsable, que darían por hecho que había lavado de activos de por medio. Con el muerto en la mesa de disección, el diagnóstico empezó a quedar más claro. Todo indica, al día de hoy, que lo de Conexión Ganadera resultó ser una estafa común y corriente, una que se conoce como esquema de Ponzi. Hace seis meses nadie decía que esa empresa estaba operando en el mercado bajo un esquema de Ponzi. Pero no porque nadie supiera que había alguna clase de joda en ese negocio, sino porque (siempre estoy especulando) pensaban que la joda era otra. Todos olían algo raro, pero fingían haber perdido el olfato. Es verdad que la empresa pudo haber funcionado bajo un modelo de negocio legítimo y redituable durante algunos años, pero para haber dejado el balance de activos y pasivos que dejó tiene que haber empezado a tener graves problemas hace ya mucho, muchísimo tiempo.
¿Durante cuántos años, diez, 15, 20, 25, el mundo de los negocios, la academia, el periodismo y la política fingieron anosmia? ¿Desde cuándo olía a podrido pero nadie reconocía que sentía el olor? ¿Hay otras partes de la economía uruguaya
que huelan también a podrido ahora mismo sin que nadie en el mundo de los negocios, en la academia, en el periodismo o en la política sienta el olor? ¿Es que no huele a podrido por ninguna parte? ¿O estamos frente a otros muchos y extraños casos de anosmia generalizada, como el que ocurrió con Conexión Ganadera?
¿Hay algún motivo para no sospechar que haya muchos más negocios así en el país? ¿Por qué no pensar que hay dos, tres, cien conexiones ganaderas más en muchos otros ámbitos de la economía, negocios que no le cierran a nadie, pero respecto de los cuales tampoco nadie dice nada? Había un elefante rosado que estaba haciendo popó a la vista de todos y nadie vio ni olió nada. ¿Por qué habría que pensar que era el único?
Este negocio en particular, hay que remarcarlo, cayó porque (hasta donde se sabe) era una estafa. Si solamente hubieran estado lavando activos, seguirían lavando tranquilamente ahora mismo. Controles podemos decir a ciencia cierta que nunca hubo y que nunca iba a haber. Pasaron 25 años y gobernaron todos los partidos.
¿Hay otras áreas y ámbitos de la economía nacional en que haya otros empresarios modélicos como Carrasco y Basso, atiborrados de reconocimientos, que obtienen rendimientos económicos que nadie puede explicar sobre la base de los modelos de negocio con los que trabajan? En caso de que los hubiera, ¿serán otros tantos esquemas de Ponzi, como Conexión Ganadera, o serán otra cosa? ¿Son los fideicomisos ganaderos un esquema absolutamente anómalo en la economía uruguaya, uno que se presta para abusos que no tienen análogo o parangón en ninguna otra parte de la economía nacional? ¿O hay otras muchas conexiones ganaderas en la economía uruguaya, esto es, otras muchas empresas aparentemente prósperas que, sin embargo, nadie sabe explicar cómo o de dónde obtienen sus beneficios?
Durante 25 años Carrasco y Basso pagaron puntual y religiosamente las rentas prometidas a sus inversionistas, haciendo nadie sabía bien qué tramoyas para conseguirlo. Nadie lo sabía y nadie lo quería saber tampoco. Ningún experto creía que provinieran de las ganancias legítimas de un negocio genuino.
Ningún analista financiero recomendaba invertir en ese ni en ningún otro fideicomiso ganadero; no, al menos, dineros bien habidos. Durante 25 años, sin embargo, Carrasco y Basso fueron empresarios ejemplares. ¿Cuántos otros empresarios ejemplares de ese tipo hay en el país? ¿Financian las campañas de los partidos políticos? ¿De algunos partidos o de todos?
Quizás la anosmia tenga una explicación, al fin y al cabo.