La historia oficial no presenta matices ni secuelas. Se sufría y se moría, pero de una forma prístina, a la manera de los santos de los íconos ortodoxos o de los carteles de las factorías de propaganda. Ese sufrimiento y esa muerte –con sus cifras imposibles de asimilar– se presentaban como un momento dramático –casi nunca trágico–, y su narración era la metáfora de la palabra “precio”. Aquellos héroes y mártires pagaron con su vida la felicidad presente. Los soviéticos antes, y los rusos ahora, le llaman la Gran Guerra Patria. Así, con mayúsculas en todas las palabras. Un nombre elegido para blindar a la historia.
Era, además, una guerra contada por los hombres. Había alguna historia puntual de mujeres, puesta ahí para subrayar el concepto de “guerra de todo un pueblo”, pero nunca su pers...
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