Era febrero de 2007 y unas 300 personas habían desaparecido de un pueblo que se llama Altar. Todos eran migrantes –mexicanos y centroamericanos– que se concentraban en este pueblo de Sonora, frontera con Arizona, a la espera de encontrar un huequito por donde colarse a Estados Unidos.
El narco, el omnipotente narco, había secuestrado a todos los migrantes que iban desde Altar rumbo a los puntos de cruce. Altar queda a 100 quilómetros de la frontera, pero es el pueblo donde los migrantes se abastecen de lo necesario para enfrentar el inclemente desierto. Fue en esa brecha de tierra, controlada por los halcones del narco, que fueron bajados los migrantes de las camionetas que los conducían hasta El Sásabe. Unas quince camionetas habían sido detenidas y todos –conductores, coyotes y migr...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate