Todo sucedió en la noche del jueves 16 de abril en el Espacio Iberomusic, de Santiago de Chile, conocido también como Bar Santa Filomena. No era originalmente el lugar en el que la banda inglesa Doom (guitarras híper rápidas, canto gutural, quiebres intempestivos, temas de un minuto y medio, más metalero que punk diríamos algunos; punk por lo anarco de las letras, piensan otros) iba a tocar. Puede que en ese cambio esté una de las claves de la masacre: 300 entradas vendidas para un público impaciente por entrar en un local donde no cabían más de 180 y al que se accedía (y se salía, lógico) por una única escalera descendente a un sótano.
Las primeras crónicas culparon a la avalancha humana que se apiñó contra las rejas y a los guardias de seguridad que hacían fuerza en contra para impedir s...
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