Crónica desde Alepo
Los guerrilleros se reúnen en su pequeño local-cuartel antes de que caiga la oscuridad. Temprano, por el invierno. Unos han estado combatiendo en las primeras barricadas, hechas con escombros, muebles y restos de coches, frente a los soldados del presidente Bashar al Assad. Algunos son francotiradores, una especie que, además de hostigar a otras, sostiene guerras particulares que demandan precisión, energía e interminable paciencia, entre azoteas, ventanas y agujeros abiertos en las paredes.
Los que llegan más tarde encuentran a sus compañeros de la katiba Al Waed (unidad militar La Promesa) orando: de pie, colocan las manos cerca de las orejas y después sobre el esternón, se inclinan y se postran hasta tocar el suelo con la frente. “Mohammedun resulullah”, repiten...
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