Al final del pasaje Al Horno ya no está el hogar de Ana, una pieza de bloques transformada en cocina desde que la gente de un Techo Para mi País le construyese otra, de madera, que había pasado a funcionar como dormitorio para ella, su compañero y sus dos hijos. Rocío, que matea con Gabriela a un costado del montón de escombros que queda de aquello, explica que Ana se fue y que quien compró ese terrenito ha preferido utilizar lo que había como relleno, pues todo el lugar, por poco que llueva, se inunda.
“Los vecinos acá cambian mucho”, sentencia la mujer que quizá tenga 30 años. Siempre fue así. La zona baja del asentamiento Maracaná Sur, en el barrio montevideano La Paloma, es una alternativa sólo para quienes no tienen más chance. “Nosotros, el cambio bueno lo vimos por televisión –expli...
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