Para dejar atrás Santa Clara, Sagi, Javier y Reinier debieron cruzar varios trechos de cielo, atravesar la selva en guagua y mal dormir las noches que duró la travesía. Partieron de la ciudad cubana, pisaron tierra firme en Guyana y viajaron por suelo y aire brasileño hasta arribar a Montevideo, donde nadie los esperaba.
De Uruguay sabían más bien poco, algunas historias de cubanos emigrados a este lugar en el que, estaban seguros, habría trabajo. “Pero la realidad es la realidad”, dicen ahora, arremetiendo contra ella y contra un frío que los tomó por sorpresa.
Los muchachos, viejos compañeros de aventuras próximos a los 28 años, ocupan junto a otro colega un cuarto poco ventilado de una pensión en la Aguada. Pagan cuatro mil pesos al mes cada uno y comparten un solo baño con el resto de ...
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