La presión internacional sobre el gobierno de Nicolás Maduro recibió esta semana una carga de combustible, literalmente hablando: Estados Unidos dispuso embargar los negocios petroleros y bancarios con Venezuela de un modo que puede asfixiar no sólo las finanzas externas de la república bolivariana, sino sus provisiones de gasolina y electricidad, que dependen de insumos estadounidenses.
Durante años se agitó el fantasma de que el gobierno chavista de Venezuela, en una hipotética confrontación y bajo banderas nacionalistas, podría cortar el suministro de crudo a Estados Unidos. Esa relación petrolera de más de un siglo finalmente se ha interrumpido esta semana. Pero no desde Caracas, sino desde Washington. El gobierno estadounidense ordenó que cesaran las compras y pagos a la estatal Petró...
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