Hoy firman para sacar a los militares a la calle, contra la bancarización obligatoria, contra la ley de riego y contra la segunda planta de Upm.
Se han juntado firmas para bajar la edad de imputabilidad, para eliminar la moña del uniforme escolar, para que el Cerro sea una ciudad autónoma. Firmas contra Uber, contra la minería a cielo abierto, contra el rascacielos de San Rafael, contra el cero alcohol y contra Mercedes Vigil.
Se juntaron firmas para que una escuela pública se llame Óscar Washington Tabárez, para cerrar el zoológico, para clausurar boliches, para cambiar la ubicación de las ferias, para prohibir las jineteadas, para que vuelvan los trenes de pasajeros, y no pasará mucho tiempo para que junten firmas para dejar de juntar firmas.
Las firmas han sido la herramienta por excelencia de organizaciones como Greenpeace, Amnistía Internacional y Carlos Gutiérrez, que se mantiene a sola firma.
Si bien en todo el mundo se juntan firmas para la liberación de presos políticos y activistas, acá tenemos el caso de una política y activista que, debido a las firmas, terminó presa. No sé cuántos votos arrimará Gonzalo Mujica a Lacalle Pou, pero donde Michelle Suárez se pasara a Alianza Nacional, en una semana el Guapo conseguiría sus firmas para reformar la Constitución.
Se necesitan 300 mil firmas para promover un plebiscito, pero basta una para aprobar un decreto. Un cheque sin firma no tiene valor. Un contrato sin firma tampoco. Un cuadro sin firma no vale nada. Por más lindos que sean los girasoles, si abajo no se lee “Vincent”, nadie va a pagar por ellos 40 millones de dólares.
Si debajo de esas mujeres deformes no se leyera “Picasso”, quiero ver quién se atreve a decir: “¡Qué genio este Pablo, qué obra de arte!”. Porque lo hace Picasso y es la sensibilidad del artista, pero si aquellos cuerpos monstruosos fueran la obra de un desconocido sería una ofensa de género.
Existen muchas personas que no leen lo que firman. La forma en que firmamos revela aspectos de nuestra personalidad.
Dicen los especialistas que, a mayor tamaño de la firma, más extrovertida es la persona. Lo afirman y lo dan firmado, cuanto más chica es, más retraído e insociable es quien la estampa.
De todas maneras, más que cómo firmamos, nos define dónde lo hacemos, porque donde el cheque no tenga fondos, nadie nos va a reconocer la simpatía como atenuante.
La firma horizontal indica una personalidad equilibrada, que acepta sus aciertos y errores. También puede indicar que abajo se lee: “Firmar sobre la línea punteada”.
La firma hacia arriba significa ambición, representa el espíritu de éxito y de lucha. Si es muy ascendente, indica gran excitabilidad o desmedidas ambiciones personales.
Una firma hacia abajo indica apatía y resignación. También puede reflejar depresión, pesimismo, falta de confianza en sí mismo o gran fatiga mental o psíquica.
¿Qué tanto habrán descendido aquellas firmas que fueron ascendentes en el acta de posesión del cargo de los ministros?
A diferencia de lo que ocurre en las empresas, los partidos políticos no precisan tener nuevos titulares para cambiar de firma.