La discusión acerca de la protección que merece el reconocible edificio proyectado por Pittamiglio, las tensiones entre la academia y los “ciudadanos de a pie”, el giro antropológico del concepto de patrimonio y su gestión.
El viejo Mercado Central situado detrás del Solís tuvo su muerte anunciada desde el momento en que pudo formalizarse un proyecto de ordenamiento urbano –anexo al Plan Director de 1956– que dejó abierto el camino para su demolición. Un destino que Vilamajó no habría compartido[1], pero que la Municipalidad y sus asesores veían como inexorable. Entre esos asesoramientos destacaba el realizado por el Instituto de Historia de la Arquitectura (Iha)[2] de nuestra facultad, que luego de desarrollar un examen del edificio en términos propios de la disciplina, se limitaba a reco...
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