Jean-Pierre y Luc Dardenne viven en Lieja, una de las ciudades más importantes de Valonia, la región de Bélgica idiomática y culturalmente más cercana a Francia. Suelen rodar sus películas en la vecina Seraing, un pequeño centro industrial de pasado próspero y presente caracterizado por una fuerte oleada inmigratoria, pero ese lugar nunca es señalado como tal. Se trata, más bien, de una escenografía impersonal, fría e indiferente, que podría ser la de cualquier suburbio o pueblo a uno u otro lado de la frontera entre Bélgica y Francia. Eso explica la comodidad con que su cine asume la idiosincrasia, las tonalidades y los valores que el resto del mundo identifica como franceses y que asimismo han sido impuestos por la lógica de la coproducción, necesariamente comandada por el “hermano mayo...
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