Sabido es que desde un buen tiempo a esta parte, los hinchas de cuadro grande basan sus alegrías exclusivamente en las desventuras del rival tradicional. Es cada vez más común que los fuegos artificiales resuenen sólo cuando a Nacional o a Peñarol le toca caer ante un equipo peruano o ecuatoriano, algo que –para alegría de la industria cohetera– sucede cada vez más seguido. Es por eso que cuesta entender cómo, lejos de estrechar lazos, los hinchas de uno y otro parecen odiarse cada vez más. ¿Qué hay detrás de ese encono constante que se traduce en agresiones en las redes sociales y en los pulmones de la Tribuna Olímpica?
A la ya casi tradicional tendencia al fracaso internacional de nuestros equipos más representativos, en los últimos tiempos se ha sumado una inverosímil facili...
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