Llega caminando despacio, se acomoda tranquilo frente a la mesa de mármol en la que apoya con suavidad los codos. Sus manos acompañan con sosiego un hablar pausado y un decir contundente. Es como si el cuerpo –esa naturaleza preciosa para el pensador– se rebelara contra lo que define como “cultura de los cinco segundos; ese proyecto premeditado centrado en las redes, en la simultaneidad y no en la sucesión, para privarnos de la narración, de los tiempos lentos”.
Es por eso que, como otros de su gremio, Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) no se reconoce filósofo: “Hace cuarenta años que nadie merece ese nombre. La filosofía está relacionada con la madera, con el papel y con una cierta lentitud que ha desaparecido de nuestras vidas. El filósofo se levanta antes que las cosas. Y yo soy insomne ...
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