¿Por dónde empezar? ¿Acaso con las manchas de sangre derramada en el piso del salón, el sofá y las escaleras, la sangre de los miembros de la familia Salomón que fueron asesinados el viernes 21 por Omar el Abed, un joven palestino al que la abuela Tovah Salomón le abrió la puerta sonriendo pensando que era otro invitado que se sumaba al festejo por el nacimiento del nuevo nieto?
O quizás debamos empezar unas horas antes. Cuando el joven del poblado palestino de Kobar en Cisjordania y simpatizante de Hamas escribió en su página de Facebook: “Mamá, papá, hermanos, perdónenme. Estoy camino a beber de las aguas del manantial del paraíso. Estoy camino a realizar un atentado por lo que ocurre en la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén”.
Omar, que había sido detenido en varias oportunidades po...
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