En el siglo XIX, el viaje no fue sólo asunto de exploradores ni de agentes imperiales o de botánicos y misioneros, otro territorio virgen mereció expediciones menos onerosas y complicadas que las alentadas por el afán expansionista de las grandes potencias: el viaje hacia sí mismo. Anne Maurel señaló, con feliz analogía, que entonces nacía el viaje interior de la escritura y diaristas solitarios provistos apenas de papel y pluma comenzaron a reconocer el lugar ignoto que llamaron primero alma y después inconsciente. Habla de Francia, es decir, de Europa; del otro lado del océano, América ya había sido recreada en los relatos de sus sucesivos descubridores y los viajeros continuaban la tarea, pero esas otras expediciones a la intimidad tardaron en hacerse visibles. Se ha vuelto un lugar com...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate